jueves, 24 de mayo de 2012

Darwinismo


El caballo actual, celeste y rosa, incluye y a la vez trasciende al caballo primitivo, que anida en su interior en forma de esqueleto. ¿Ese manojo de huesos es acaso, queridos amigos, el cimiento sobre el que se erigieron siglos y siglos de evolución? ¡No! Es apenas un eslabón intermedio, uno de los tantos. El fuego a la izquierda es el aliento atávico y perenne que impulsa esta erosión inversa, esta concatenación de transformaciones que desembocaron en este noble animal. El moño y el sombrero son un merecido homenaje a la elegancia de la teoría darwinista. ¿Y los peces? ¿Con su despreocupación fingida aluden a ese fondo de misterio que exuda cada cosa si la miramos el suficiente tiempo? ¡No, de ninguna manera! Simplemente buscan distraernos y postergar lo inevitable: que nuestra mirada finalmente se pose sobre esa "P" grande y fatalmente comprenda que nosotros también estamos condenados a ser una ficha infinitesimal de Dominó Rally, el triste esqueleto de un ser futuro.

1 comentario:

Andrea dijo...

¿Estás seguro de que el fuego ese es el aliento atávico? ¿No será la cola?