El caballo actual, celeste y rosa,
incluye y a la vez trasciende al caballo primitivo, que anida en su interior en
forma de esqueleto. ¿Ese manojo de huesos es acaso, queridos amigos, el
cimiento sobre el que se erigieron siglos y siglos de evolución? ¡No! Es apenas
un eslabón intermedio, uno de los tantos. El fuego a la izquierda es el aliento
atávico y perenne que impulsa esta erosión inversa, esta concatenación de
transformaciones que desembocaron en este noble animal. El moño y el sombrero
son un merecido homenaje a la elegancia de la teoría darwinista. ¿Y los peces?
¿Con su despreocupación fingida aluden a ese fondo de misterio que exuda cada
cosa si la miramos el suficiente tiempo? ¡No, de ninguna manera! Simplemente
buscan distraernos y postergar lo inevitable: que nuestra mirada finalmente se
pose sobre esa "P" grande y fatalmente comprenda que nosotros también
estamos condenados a ser una ficha infinitesimal de Dominó Rally, el triste
esqueleto de un ser futuro.
1 comentario:
¿Estás seguro de que el fuego ese es el aliento atávico? ¿No será la cola?
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